Para hacerle frente al coronavirus —enfermedad infecciosa para la que todavía no hay vacuna— nuestro gobierno prohibió a la población salir de su casa, por lo que una gran parte de ella no puede desplazarse a sus lugares de trabajo. Esta desocupación artificialmente creada, algo inconcebible en un país en quiebra, quita a la población la posibilidad de alimentarse adecuadamente y puede llegar a debilitar las defensas naturales de las personas y así aumentar las posibilidades de contagio de este morbo o de otros; desde el hambre no se puede batallar contra ninguna enfermedad.