Nuestra vergüenza política y sus caracteres nefastos

Nuestra vergüenza política y sus caracteres nefastos

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Carlos E. Lanusse, Grupo de Reflexión Política, 1-6-19

El mundo entero considera a la Argentina como un conjunto de personas envueltas en sí mismas, sin capacidad de sacar la cabeza afuera y mirar por su destino. No es una visión equivocada cuando miramos a nuestra clase política, que nos avergüenza y  humilla.

Observemos lo que hacen nuestros políticos en un año electoral en que el país retrocede por crisis económica. Lo primero que vemos es un grupo de candidatos preocupados por lo que hacen los otros candidatos. Entre todos arman una calesita donde cada uno cambia de posición obligando a los otros a cambiar. Y cuando terminan repiten, mientras el electorado permanece en ascuas, sin comprender cómo se resolverán los problemas reales de hoy y de mañana.

“… y se produce una hiperinflación de sospechas, intrigas y teorías conspirativas de las más disparatadas, que algunos protagonistas consideran ciertas o al menos verosímiles, por lo que operan en consecuencia” dice Sergio Berensztein (L.N.31/5).

En términos de Ortega, los argentinos andamos distraídos mirando a otros, ¡sin ir por las cosas! Es decir, sin resolver una realidad enferma, sólo ocupados en que no triunfen los “otros”, en enfrentamientos que no contienen al futuro. Sin grandeza, sin largo plazo, sin buscar las causas reales, así, sólo somos ¡argentinos en el aire!

Unitarios y federales, conservadores y radicales, peronistas y antiperonistas, kirchneristas y macristas, son manifestaciones vacías incapaces de resolver nuestro devenir. Hoy da lástima la miseria partidaria abocada a conseguir votos, sin enfrentar nuestra pobreza, inflación, endeudamiento, perdida de trabajo, caída del Producto, reducidas exportaciones, falta de financiamiento y próximo derrape cambiario. “¿Es más valioso contar con una buena candidatura a presidente, o a vice, que controlar la volatilidad cambiaria y la inflación?” pregunta Berensztein.

¿Qué hace Massa sino colmar la ambigüedad multiplicando lasin-certezas? ¿Qué hacen los Fernández sino disimular la corrupción de  Cristina, y que su candidato es un bicho atrapado en la tela dela Araña?¿Qué hace Macri sino ocultar su desastre económico con ausencia de nuevo plan? ¿Es valioso el futuro pronosticado por Duran Babia entre el temor y el desencanto? ¿Adónde va el radicalismo sin otra idea que discutir espacios de poder con el macrismo? Y la Alternativa Federal, ¿en que quedó si cada jefe hace la suya, Schiaretti va de vacaciones y el economista valioso se agobia ante diferencias que no distinguen lo principal de lo secundario? ¡Cuando lo principal es resolver nuestra economía!

Ahora, si Alternativa Federal y Cambiemos confluyen en María Eugenia para la Provincia, se abre una magnífica oportunidad para la centroderecha, hoy derrumbada sobre sí misma. Esa convergencia fue propuesta por los independientes en 2015 y archivada por el anti peronismo antediluviano más el purismo ingenuo de Peña y Duran Babia. Cuando María Eugenia, ya gobernadora electa, fue a visitar a Massa a su casa.

Pero todos, ¿qué hacen sin discutir soluciones a los problemas económicos? ¿Están opinando sobre el gigantesco déficit fiscal financiero, sobre la política cambiaria, sobre las enormes tasas de interés, sobre la forma de pagar la deuda, sobre cómo lograr una moneda estable, sobre la forma de incrementar el trabajo, sobre la pobreza e indigencia o sobre el escepticismo social creciente?

¿Cómo gobernarán tras las elecciones, con otro gradualismo?

De la Vergüenza a la Construcción

¿Es el vacío de nuestra política una demostración concreta de estupidez colectiva?

Todos sabemos que los políticos no crecen en los árboles, sino que salen de la propia sociedad, a la que dicen representar aunque no lo hagan. Entonces nos cabe una duda, porque una cosa es dudar de nuestra capacidad como conjunto y otra es dudar de la clase política, la que se aseguró su permanencia en el poder, con crecimiento cancerígeno y remuneraciones crecientes, a fuerza de reglamentaciones perversas como listas sábana y fueros siniestros, o de las otras, como justicia comprable y capitalismo amigo. Si ésta es la naturaleza de nuestros partidos políticos tenemos que modificarlos, porque no  nos representan y nos hunden. Se parecen a los partidos venezolanos anteriores a Chávez.

Ahora,¿cómo se arregla nuestra miseria política partidaria?

Proponemos tres vías de acción:

Exigencias ciudadanas. Nuestra ciudadanía ha logrado una notable evolución, se ha salido de los partidos, como afiliados y partidarios no queda más que el 30% del electorado, si los hay. Y ha ido más allá, en 2012/13 salimos a la calle con la exigencia de la derrota de Cristina, ocurrida en 2013, 2015 y 2017. Como ahora, que salimos a la calle a impedir la porquería por realizarse desde la Corte Suprema. El escrache de ideas nefastas, nunca de personas, es un camino fecundo.

Justicia independiente. Sin Justicia independiente los argentinos estamos a merced de la compra de jueces por partidos que “nos representan”. Sin justicia Cristina no va a llegar a la cárcel, único lugar que le corresponde, amén de devolver los bienes de su corrupción.

Si no hay justicia con Cristina no tendremos solución a la partidocracia, su inmunidad es ejemplo vivo del fracaso colectivo. Corruptos y corruptores presos es condición “sin qua non” para dejar atrás la miseria política. Es la prueba empírica que nos debemos… para arrancar limpios otra vez.

Reforma constitucional y Segunda República. La miseria de nuestra política partidaria proviene de una grosera deformación de lo que nuestra Constitución prevé. La representación política ha sido burlada, es lo que asegura que nuestros partidos se desocupen de los problemas reales, para abocarse sólo a objetivos de poder. Por ello nos hace falta una Reforma Constitucional, a los efectos de acotar la capacidad de destrucción de una clase política dedicada a la demagogia, en beneficio de otra mejor, por su calidad, profundidad y visión de futuro, como supimos conseguir antes del Cambalache siglo XX, (al decir de Santos Discépolo).

Además de ese alto propósito, nos hace falta girar hacia un Régimen Parlamentario, capaz de absorber las frustraciones políticas previsibles, de una partidocracia obsoleta. Es para no paralizar nuestra República, en los momentos en que la partidocracia carezca de soluciones. Como hacen los europeos en sus momentos de agotamiento partidario.

Por supuesto que no hemos propuesto un programa partidario, sino uno supra partidario, un meta-lenguaje acerca de nuestra política y sus nefastos caracteres, desde el conocimiento, porque de los laberintos se sale por arriba, adonde está la Cultura… no el Poder.

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