Para detener la inflación se necesita combatir sus causas

Para detener la inflación se necesita combatir sus causas

Economía, Notas 0 Comment 296

La herencia que recibió el gobierno actual el 10 de diciembre de 2015 no pudo ser peor. Lamentablemente, en el momento inicial no se exhibió el estado en que se hallaba la Nación. El gobierno saliente, no entregó los atributos de su cargo a quien iba a ocupar el Poder Ejecutivo en su lugar, como ocurre en las naciones civilizadas. Si los partidarios del gobierno precedente hubieran ganado las elecciones, hoy estaríamos en camino de ser la Venezuela del Cono Sur. Ahora distamos de encontrarnos en esa situación que aquella Nación hermana está padeciendo.

Nuestro gobierno quiere concluir con la inflación o, por lo menos, bajar el nivel de precios internos. En nuestro parecer, el gobierno no ha tomado el rumbo apropiado porque en estos dos años no ha adoptado las medidas ineludibles para reducir y mejorar el gasto público y ha tropezado con algunas de las mismas piedras que ocasionaron nuestra caída en los últimos 74 años. Por otra parte, y a esto lo consideramos fundamental, para terminar con nuestra inflación, se ha asido al patrón intelectual de algunos libros anglosajones escritos con el supuesto de realidades diferentes: los profesores norteamericanos escriben, hablan y dictan lecciones desde una situación que no es la nuestra. En su país, en el caso en que los precios se acrecienten por una empinada expansión de la economía, no cabe duda que subir la tasa de interés para reducir su inflación -que es actualmente de unas décimas más del 2% anual-, podría ser razonable. Pero esta solución no sirve para la inflación local cuyo origen es distinto. Vamos a dar algunos notorios ejemplos para ilustrar el punto: los Estados Unidos no tienen un estado ineficiente y gigantesco como nosotros o un sistema de transportes muy caro, que son – aunque no sean los únicos- agentes de nuestro subdesarrollo y de la suba sistemática de los precios. Da la impresión que muchos de nuestros economistas que fueron a Harvard o a la Universidad de Chicago o a otras prestigiosas casas de estudio, no leyeron “La representación de los hacendados y labradores” de Mariano Moreno escrita en 1809 a cuya pluma se debió un cambio completo de la situación económica del Virreinato del Río de la Plata que estaba a la sazón en completa quiebra. Las ideas de Moreno de libre comercio y de llevarlo a la práctica de inmediato permitiendo negociar a la luz del día pagando los tributos de rigor con la flota inglesa anclada en el Rio de la Plata, se sustentaron en la realidad de aquel momento y dejaron al erario público de Buenos Aires tan rico que pudo posteriormente organizar ejércitos y hacer posible la independencia argentina. Sin mengua de lo que fue San Martin y su genio militar, buena parte de los fondos para su cruzada libertadora se originaron en la Aduana de Buenos Aires y el comercio libre. Nuestra inflación no tiene parangón alguno con la inflación norteamericana para lidiar con la cual se escribieron muchas obras eruditas que no contemplan lo que pasa aquí. Estas exitosas soluciones no fueron escritas para nosotros. En cambio, los 74 años de decadencia nacional desde el golpe fascista del 4 de junio de 1943 que rompió las bases institucionales que trabajosamente se estaban erigiendo, han quedado inscriptos en la historia de un país cuya economía se ha desplomado al extremo que en 1940 tenía un producto bruto interno igual a toda la América del Sud sumada y, ahora, figura alrededor del Nº 70 en el orden mundial.

El gobierno actual heredó una quiebra

En el momento de la victoria electoral “gozábamos” de una impresionante inflación más o menos disimulada mediante medidas irracionales, se sabía que el país tenía sentencias no canceladas desde tiempo atrás en tribunales y organismos extranjeros y deudas dispersas en distintos juicios y reclamos varios, pero se ignoraba su monto con precisión. En el orden interno, posteriormente, se descubrió que había obligaciones impagas por doquier e instituciones imprescindibles para gobernar que se hallaban cubiertas por sospechas de parcialidad y corrupción. La Administración era una suerte de paquidermo inmóvil que devoraba al país con impuestos de terror. La Argentina carecía de crédito, salvo a tasas irrazonables porque se había herido su honor cuando se dispuso pagar la deuda externa en condiciones leoninas para los acreedores y, lo que es no menos malo, se decidió que el sistema bancario no devolviera los depósitos en dólares a sus clientes como estaba prometido. Para salir de este pantano, en los últimos dos años se han tomado muchas medidas acertadas, pero se ha vuelto a caer en males que venimos denunciando desde 40 años atrás cometidos por distintos gobiernos, sin que se aprenda la lección: se ha adoptado un tipo de cambio fuera de la realidad, no se ha disminuido el gasto público ni acrecentado su eficiencia con la consecuencia de impuestos impagables. Tenemos una inflación impresionante la cual es el inevitable corolario de lo expuesto. En lugar de tratar de estimular la producción de todo lo que sea exportable para aumentar la dimensión de nuestra economía, el valor de nuestro peso ha sido acrecentado artificialmente, lo cual otorga un subsidio insostenible a las importaciones, al turismo exterior y a la fuga de divisas, en lugar de estimular la producción de todo lo que sea exportable para aumentar la dimensión de nuestra economía.

Muchas cosas se han hecho bien en estos dos años. Lamentablemente, algunos dirigentes no han asumido que lo que no funciona, sustancialmente, es el Estado y que los tres poderes del gobierno durante 74 años han sido reducidos a una caricatura de lo que debieron ser. En estos 74 años hemos conseguido una inflación que tiene escaso parangón en toda la superficie del globo y el retraso del país en términos mundiales. Pese a la gran aptitud de nuestro pueblo, rodeado de una geografía de excepcional riqueza, hay en su seno más de 30% de pobres, se han contraído impresionantes deudas en moneda extranjera que no pueden ser reembolsadas con los ingresos habituales, se ha destruido la red ferrocarrilera que hizo la grandeza de la República y el gobierno actual ha recibido la herencia de un Estado tan ampuloso como inepto, principal generador de la inflación que padecemos. El país se ha achicado y no podemos seguir así. Para ganarle a la inflación es preciso producir y exportar más. Si queremos corregir las carencias internas nuestra meta debe ser aumentar nuestra presencia en los mercados mundiales.

El Banco Central ha elegido combatir la inflación con un método que en el pasado fracasó siempre: Fijar el tipo de cambio subvaluando artificialmente el valor de la divisa extranjera con intereses altos creyendo que esa terapia detendría el alza de los precios. Si la causa de la inflación y del retraso argentino se encuentra en sus desvaríos institucionales, en el tamaño e impotencia del Estado y en la carencia de transportes económicos, es imposible pensar que la sobrevaluación artificial del tipo de cambio y la suba de la tasa de interés puedan servir para corregir la inflación, fruto del déficit fiscal originado en los hechos mencionados. El dólar barato nos ha ocasionado el año pasado un gran deterioro en la balanza comercial de más de alrededor de 8500 millones de dólares en 2017 más otros 12.000 millones de dólares en el balance turístico en el mismo año, con la obvia disminución de ingresos tributarios. Otras actividades productivas, como las del complejo agroindustrial, las economías regionales, la industria en general y muchas empresas, no pueden acrecentar su producción ni sus ingresos ni la creación de empleos porque el tipo de cambio desalienta la exportación. Aquellas tampoco generan recursos adicionales para el Tesoro Nacional que se necesitan para corregir el déficit fiscal y, por ende, su influencia en la suba de precios. La inflación debe ser enfrentada estimulando la creación de bienes y servicios al máximo y no estorbando a los compatriotas que en el marco de la libertad y el trabajo duro quieren colocar nuestros productos allende nuestras fronteras.

Los impuestos elevados son la consecuencia de los gastos innecesarios del estado.

Los impuestos que están destruyendo nuestras posibilidades de desarrollo son originados en buena medida por pagar sueldos a muchos empleados públicos innecesarios, que no tienen voluntad de servir al público y que no gozan de la preparación adecuada. Esos empleados contrastan con funcionarios de calidad que existen y que son imprescindibles. Con este nivel de tributos originados por aquellos gastos y la inoperancia estatal, no es posible el crecimiento económico que requiere la República. No se trata de discutir si tal impuesto es mejor que el otro, sino de reducir todos para lo cual el Poder Ejecutivo debe, entre otras medidas, congelar las vacantes que se produjeran en su elenco por muerte, jubilación, renuncia o lo que fuera, lo que debe ser imitado por los otros poderes del gobierno. Deben bajarse los gastos improductivos y su consecuencia que son impuestos impagables. La Argentina produce menos de lo que debería producir por el tipo de cambio irreal y otros factores mencionados. Si produce menos, el Fisco recauda menos…Como los impuestos no alcanzan, se cubre el faltante con endeudamiento y emisión monetaria. Ambos hacen subir los precios.

El cambio de política requiere del concurso popular y su comprensión que el costo y la inoperancia del Estado determinan inevitablemente el estancamiento de la economía y precios elevados. Los empleados del Estado mal designados que encontraron en él un sueldo y una obra social no los abandonarán fácilmente. De lo que se concluye, que es imprescindible alentar la expansión de los sectores productivos de la economía que originen empleos genuinos para brindarlos a quiénes sobran en el Estado y corregir la situación fiscal. Pensar que se pueda despedir en masa a quiénes están de más no parece racional por lo menos en lo que se llama “planta permanente” que son la mayoría de los casos, en la medida en que se los pueda redistribuir donde hagan falta… Lo dicho no permite sostener que la denominada “estabilidad del empleado público” alcanza también a quienes deben su designación a “influyentes” y no a comprobados méritos. La Constitución Nacional establece en su artículo 16 que: “Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad”.

¿La actual política económica es congruente con las propuestas precedentes” En materia de obra pública, se han corregido el desorden y corrupción pasados. Ello ha impulsado la creación de empleos genuinos y se han concretado tareas públicas que ayudan a la población, lo que es una indiscutible mejora. En lo que concierne a los gastos, en estos dos años ha crecido el número de empleados sin eficiencia comprobada y por ende el déficit fiscal. Si este no se reduce, seguiremos con los mismos impuestos y su consecuencia negativa sobre el costo de la vida.

El estado devuelve en servicios mucho menos del importe de los impuestos que recauda.

El déficit real es mucho mayor que el criterio meramente contable donde solamente se computan los ingresos contra los abultados egresos. Mediante una metáfora, podríamos decir que pagamos 100 en impuestos, pero nos devuelven 70 en servicios. Si se arreglara la descompuesta máquina “Estado” y se la hiciera producir 100 unidades de servicios (en lugar de 70) por las 100 unidades de impuestos que nos cobra, tendríamos más cosas y servicios para repartirnos. Invertiríamos más, consumiríamos más, exportaríamos más y generaríamos más ingresos para el Fisco quien podría reduciría la pobreza de quienes no pueden trabajar. La economía argentina tiene instalado otro factor de inflación y de subdesarrollo de carácter estructural porque a partir del año 1947, distintos gobiernos, literalmente, demolieron los ferrocarriles cuyos servicios actualmente son pocos y malos. En términos generales, el costo del transporte ferroviario realizado correctamente es la tercera parte que el costo por camión e incomparablemente menos contaminante…pero en los últimos 70 años se ha destruido al tren, herramienta fundamental para bajar los precios internos y consolidar la unión nacional. Buena parte del atraso que se advierte en muchas provincias argentinas, tiene origen en los costos de transporte…Sus gobernantes, en lugar de pedir subsidios, deberían exigir medios de comunicación baratos y eficientes. Si los tuvieran, no necesitarían ayuda alguna.

La experiencia de estos dos años obliga a cambiar la política del Banco Central.

La realidad argentina, que de alguna manera hemos tratado y seguiremos abordando en las páginas siguientes nos dice que son hechos que no se tratan en los libros ni en las universidades extranjeras donde abrevan muchos de nuestros estudiosos. Por ello, no hay más remedio que mirar en nuestro alrededor y hacer lo que se pueda para enfrentar nuestras circunstancias sin usar recetas ajenas.

La actual política del Banco Central repite experiencias anteriores con el tipo de cambio artificialmente elevado e intereses cuantiosos: el productor local que quisiera exportar lo que produce, obtendría pocos pesos de la moneda extranjera con la cual le pagarían. Por ese motivo, restringe su producción a lo que vende localmente y no puede actuar en los mercados mundiales ni crear empleos rentables con ese propósito. El tipo de cambio sobrevaluado niega a la capacidad argentina su inserción en el comercio internacional. La política del Banco Central es contraproducente porque el Fisco percibe menos impuestos dado que hay menos actividad económica que la que debería haber si exportáramos más. Esta situación obliga a que, para pagar los gastos corrientes del gobierno, la Tesorería debe emitir títulos públicos o pedir prestado como acaba de hacer recientemente en que obtuvo 91.250 millones de pesos de ANSES, quién le entregó dinero del sistema previsional o sea de los jubilados. Si se consigue dinero del exterior para pagar el déficit fiscal en moneda local, hay que pagar intereses por esas divisas que deben ser compradas por el Banco Central emitiendo moneda local …Esa moneda es tan inflacionaria como la emisión lisa y llana sin haber pedido prestado nada. Es preferible, directamente, emitir moneda nacional para financiar el déficit sin pagar intereses en dólares… Es inconcebible que este error se siga repitiendo. Para terminar con la inflación hay que disminuir los gastos del Estado como aumentar su eficacia y estimular la producción y la exportación… El Tesoro recaudaría mucho más y no se endeudaría. La emisión monetaria es una consecuencia del déficit fiscal, influido por las trabas a la producción.

El tipo de cambio artificialmente elevado desalienta a la producción … y, desde luego, el aumento de la recaudación impositiva. La política actual del Banco Central, que es muy similar a la de administraciones anteriores, no se ha percatado que la ineficiencia del Estado, su tamaño gigantesco cuanto innecesario, en los impuestos confiscatorios, en el costo de los transportes, en la inseguridad jurídica y en otras circunstancias negativas no se pueden corregir sobrevaluando al peso o elevando la tasa de interés… No se puede arreglar el motor del auto, dándole un buen lavado a la carrocería… Corregir el tipo de cambio no es sencillo y es necesario prever sus consecuencias sobre los sectores más débiles de la sociedad, pero si no se actúa cuanto antes en la materia habrá resultados todavía peores para todos. Ya los hemos experimentado en 2001 y no queremos verlos de nuevo.

El turismo, generador de divisas y creador de empleos, puede ayudar mucho a corto plazo…pero requiere un tipo de cambio correcto

La situación heredada por el actual gobierno es tan difícil que hay que elegir cuidadosamente que actividades pueden ayudarnos. Una de ellas es el turismo. Ya hemos visto que el déficit del año 2017 en materia de dólares gastados por argentinos en el exterior, son 12.000 millones de dólares. Esta es una cifra impresionante que demuestra que es más barata la vida en muchos otros países que aquí. El tipo de cambio subsidia a miles de connacionales sus viajes para pasear o hacer compras en vez de hacerlo en nuestro medio…y generar impuestos en él. También explica la reducción del turismo extranjero hacia nuestro país. Argentina no sólo es cara, sino que el visitante esta jaqueado por las huelgas sorpresivas. En Buenos Aires, el turista no sabe cuándo va llegar a destino porque los “piqueteros” pueden no dejarlo circular. Tampoco brindamos a los visitantes baños inmaculadamente limpios, como son los de otras latitudes.

La balanza comercial en 2017 fue negativa en unos 8500 millones de dólares porque exportamos poco. Con ese volumen de ventas al exterior no se puede crear empleos dignos para transferir trabajadores de donde no son útiles a destinos mejores. Debemos cerrar esta brecha abierta por el irreal precio del dólar y, en el caso del turismo, también por organizaciones delictivas que se consideran superiores a la ley. Si perdemos en lo que vendemos al exterior respecto de lo que compramos y también perdemos en los turistas que recibimos respecto de los que enviamos, si lo que sale es más que lo que entra me pregunto: ¿Se pueden pagar las deudas” ¿Esta política es viable o nos va a llevar a otro default”

Los Lebacs restringen la producción, aumentan el déficit fiscal…y por consiguiente la inflación.

Los Lebacs son bonos inventados por el gobierno Kirchner para retirar artificialmente con su venta al público, circulante de la plaza y que los precios no suban. Los emite el Banco Central a una tasa de interés muy atractiva y los vende a inversores financieros. Estos bonos son de dudosa legalidad porque el Banco Central no está autorizado para emitir deuda. El único que puede hacerlo es el Congreso Nacional. (Artículo 75, inciso 4to. C.N.) porque este último es el que dispone pagar el capital y los intereses. Esto se sabe desde la Carta Magna inglesa firmada en 1215. Los Lebacs pagan un suculento interés a corto plazo, de suerte que muchos inversores compran Lebacs en lugar de hacer más grande a su empresa o comprar un campo o hacer una inversión socialmente útil. El Banco Central asegura con los Lebacs un competidor para las inversiones no financieras y una forma carísima de retirar de la circulación la emisión monetaria causada por el déficit fiscal…agrandado por pagar los intereses de los Lebacs. Sería mejor no emitir Lebacs y achicar el déficit fiscal mediante una economía pujante. Si el precio del dólar estimulara el turismo hacia Argentina y nuestras exportaciones, se disminuirían las salidas y las compras al exterior, venderíamos afuera más de lo que compramos y tendríamos más turistas extranjeros…Recaudaríamos mucho más. Habría más empleos dignos, menos emisión monetaria origen de la inflación, y no tendríamos que pagar los intereses elevados de los Lebacs. Además, se está produciendo un fenómeno que, si bien no es nuevo, es desalentador: el subsidio que el Banco Central otorga a quien compra dólares, influye para que se formen patrimonios en moneda extranjera fuera del país que especulan en que se repita nuestra historia económica, y en algún momento las fuerzas del mercado fuercen a una devaluación formidable como ocurrió en 2001. Quien tenga fondos en el exterior, podrá comprar en ese momento en el país, por un dólar, lo que vale tres. Este apocamiento de la vida argentina constreñida a vivir encerrada tímidamente en un tipo de cambio artificial que termina, inevitablemente, en un desastre que, a un costo inmenso, posteriormente, restablece el equilibrio, contrasta con la audacia que tuvieron un puñado de hombres que construyeron en medio de la nada, una nación civilizada que fuera modelo de progreso y bienestar.

Los Lebacs deben retirarse del mercado por dos razones: una por ser ilegales, salvo que el Congreso acepte legalizarlos con efecto retroactivo…lo que es políticamente difícil y, de todas maneras, no resolvería el aspecto central porque emitir bonos de deuda no es tarea propia de un banco central. Otra por ser impagables dado que a esa tasa de interés es imprescindible la renovación en cada vencimiento a corto plazo lo que pone al Gobierno en la disyuntiva de abonar la tasa que indiquen los posibles tomadores o no pagar, o utilizar las reservas del Banco Central para redimirlas lo que parece bastante disparatado. La deuda en Lebacs de 1.272.000 millones de pesos que tiene actualmente el Banco Central, hace temblar al más valiente. Si esta cifra quedara igual o sea que no se emitieran más Lebacs y solamente se pagaran los devengamientos de intereses, a la tasa vigente al 28 de febrero de 2018 o sea el 27,25 %, habría que emitir unos 346.620 millones de pesos anualmente para pagar los intereses. A 21 pesos por dólar, equivaldrían a 16.505 millones de dólares.

Sería mejor “consolidar” esa deuda mediante una ley como la 23.982 o similares…y dejar su pago futuro en manos de una política fiscal muy seria y acometer de una vez por todas con el desarrollo económico del país. No hay duda que esta propuesta tiene el defecto de esclarecer cuentas fiscales cuidadosamente disimuladas.

La lucha contra la pobreza: censo sanitario.

Si se mira desapasionadamente la vida argentina o sea sin ponerse a echar culpas a unos y a otros, el hecho que cerca de la tercera parte de sus habitantes sea, estadísticamente, pobre, resulta inadmisible e incomprensible, sobre todo, si tenemos en cuenta que Argentina cuenta con una geografía de formidable riqueza que es ocupada por comparativamente pocos habitantes.

La estadística no dice cuál es la razón de esa pobreza de manera que de poco vale saber esto si se ignora el mal que la origina. En consecuencia, vamos a asumir como una hipótesis posible que una buena parte de esos pobres son tal cosa por su mala salud. Si pudiéramos hacer un censo sanitario de toda la población argentina, no hay duda que le daríamos a aquella estadística una cuota de realismo mayor que decir la simpleza que son pobres porque sus ingresos son escasos. Si estos últimos tienen origen en deficiencias sanitarias, como en muchos casos ha de ser así, podríamos enfrentar la pobreza combatiendo la mala salud con la farmacopea que está en nuestro poder utilizar, muchas veces con escaso costo. Desde el punto de vista económico, invertir en saber más sobre el estado real de la salud de nuestra población parece una inversión sumamente rentable. Es por lo menos más beneficioso para el indigente -y mucho más humano- que se le indique lo que le falta y hasta proporcionarle el tratamiento adecuado, que repartir dinero a voleo como si no fuera mucho más importante usar ese dinero científicamente en curar a quien se le da ese subsidio. Una persona sana tiene -siempre- más ingresos que una de salud precaria. Posiblemente el lector piense que una investigación de esta índole puede exigir fondos cuantiosos y que no existen. Sin hacer número alguno, podemos imaginar que puede inventarse un método para que obligatoriamente se establezca la forma de saber en lo esencial el estado de salud de la población y poder informarle a tiempo a quién fuere, que es lo que le ocurre. El autor ha tenido la suerte de tratar con médicos de prestigio y todos le dijeron que normalmente es mucho más barato prevenir que curar. No cabe duda que vacunar contra la poliomielitis fue mucho más económico que lo que hubiera costado hacerse cargo de un hijo enfermo de ese mal. En el terreno de los sentimientos, nadie quiso legarles a sus hijos los padecimientos vinculados a aquella enfermedad y a otras que, si se las enfrenta a tiempo, pueden curarse. Un programa de esta índole, -saber a grandes rasgos el estado de salud de toda la población- no necesita ni puede iniciárselo de un día para el otro. Pero en pequeña escala puede comenzárselo ahora sobre la base de los ahorros que se consigan prescindiendo de los sueldos de los empleados públicos que cobran y no concurren a su lugar de trabajo ni nada hacen. Como dijo el General Manuel Savio: “lo importante es no demorar más”. Cuando el censo sanitario comience a funcionar y se adviertan los errores que puedan cometerse y las ventajas que se obtengan, esos errores se van a enmendar y van a aparecer más fondos, más participantes, más entusiasmo, los actores adquirirán más confianza en lo que hacen y los tímidos pasos iniciales se transformaran en un plan exitoso. Van a aparecer brillantes ideas sobre el tema que aceleraran su desenvolvimiento. La guerra contra la pobreza puede empezar ahora mismo…y ahorrarnos una maratón de discursos.

Obviamente la pobreza tiene también otras causas, pero suprimir enfermedades, sería una forma eficiente de reducir la dimensión del problema. El país requiere para progresar brazos fuertes y mentes despiertas y no consumidores que no aportan nada a la comunidad en general y a sus familias en particular, pero si además su pobreza se origina en enfermedades que podemos curar o, mejor, prevenir, estamos alentando la inflación existente porque malgastamos recursos sin obtener algo en cambio.

El costo de los servicios médicos y de instrucción superior que se prestan a extranjeros

En la Argentina los ciudadanos extranjeros reciben del Estado argentino servicios importantes y de calidad en paridad con los que se prestan a los nacionales. Sin perjuicio de otras actividades, estas líneas se van a circunscribir a la asistencia médica y a los estudios terciarios provistos por el Estado que son completamente gratuitos. En el caso de los argentinos, cuando se encuentran en el exterior usualmente no gozan de tales beneficios de manera que usualmente contratan seguros para tener asistencia médica en los países que visitan porque la experiencia ha enseñado que en caso de tener algún contratiempo en la salud el costo de la atención médica es muy elevado. En caso de realizar estudios terciarios en países extranjeros, normalmente el costo, sea el caso de universidades estatales o privadas, es muy caro. La Argentina, con generosidad diríamos única confrontando nuestra actitud con la de otros países, permite que los extranjeros que habitan nuestro suelo-aunque se encuentren circunstancialmente aquí-, gocen de asistencia médica gratuita que en sus países de origen se las cobran o directamente no se la dan. Es público y notorio que ciudadanos extranjeros vienen a la Argentina a tratarse de distintas afecciones-cirugías y partos incluidos- en los hospitales nacionales y provinciales, y luego del tratamiento retornan a su patria curados y felices y dejan a las provincias o a la Nación la carga de pagar la cuenta de los gastos realizados. No menos notorio es que muchas veces esos nosocomios no están en condiciones de recibir tanta gente y la atención que deberían brindar está severamente reducida tanto para los argentinos como para los extranjeros.

No cabe duda que la instrucción superior debería ser arancelada en el caso de los extranjeros. Ningún país abre las puertas de sus universidades gratuitamente a nadie.

En el caso de la salud, los extranjeros deberían pagar para poder ingresar al país un seguro médico que les garantice que van a ser atendidos dentro del sistema oficial por el término de su estadía. Debe tenerse en cuenta al fijar el arancel que una vez ingresados al país y ya en manos de la asistencia pública, es muy difícil cobrarles a los visitantes la atención que reciban que podría ser una dolencia de antigua data y costos elevados. Esa suerte de seguro médico debería ser abonado por los actuales habitantes extranjeros, aunque tengan doble nacionalidad con una cuidadosa redacción de sus términos.

Estamos seguros que, si los extranjeros hacen su aporte al sistema de salud argentino, este va a tener recursos para mejorar la atención que brinda tanto a los propios como a los extraños. Desde el punto de vista fiscal, es posible que en la cuenta final este nuevo régimen deje un ingreso neto amen del mejoramiento de la salud colectiva.

¿Sirven las paritarias para ganarle a la inflación”

En el universo laboral reina con cada vencimiento de cada convenio colectivo de trabajo una gran agitación y se barajan cifras de a cuanto deberían ascender los nuevos salarios y las nuevas condiciones de trabajo. La idea general que tienen en general los trabajadores es que el piso de sus demandas debería ser igual a la inflación precedente. Los dirigentes gremiales creen, de buena fe seguramente, que esto debería ser así. Piensan que de las paritarias surgirán mejoras sustanciales para sus afiliados. En el actual contexto argentino en que el crecimiento per cápita si existe alguno, debe ser ínfimo, las paritarias no pueden acarrear ese resultado porque los trabajadores reciben también en su salario las consecuencias de un estado gigantesco e impotente que no devuelve al pueblo con bienes y servicios óptimos los impuestos colosales que percibe. Por un lado, o por otro, la paritaria no puede resolver ese problema que hoy es el esencial. Las paritarias no dejan a los dependientes fuera del componente impositivo del sistema de precios que les arrebata con creces cualquier mejora que pudieran obtener. Tampoco la paritaria les concede seguridad, ni educación, ni los cura ni los jubila ni le da un crédito a largo plazo para adquirir una vivienda ni les permite ahorrar, ni llegar a su trabajo cómodamente ni volver a su casa con tiempo suficiente para la vida familiar. Diríamos como el dirigente socialista Juan B. Justo en su obra “La moneda” que la intangibilidad del valor de aquélla, es fundamental para quienes viven de un salario o una jubilación. ¿Saben los dependientes que el combustible que forma parte esencial de los precios de todo lo que consumimos, tiene por lo menos el 45% de impuestos” ¿Por qué se les oculta a los consumidores, desde siempre, la parte del impuesto al valor agregado que pagan en todo lo que adquieren” ¿Sabe la señora que compra una docena de huevos que el precio que paga incluye un gran porcentaje de impuesto al valor agregado” ¿O el 21% en otros artículos de primera necesidad” ¿Sabe el empleado de una oficina que el 21% de la hamburguesa o la porción de pizza y el vaso de vino que almuerza, es impuesto al valor agregado que grava al consumidor”

Quiere decir que los trabajadores y los jubilados deberían ser los más enérgicos adversarios de la inflación porque son los que más la padecen. Sus dirigentes deberían exigir enérgicamente que el Estado administre bien y no aumente los impuestos. Quienes llenan las oficinas públicas de parientes y amigos para que cobren un sueldo en muchas ocasiones sin trabajar, son los adversarios naturales de quienes ganan el pan con el sudor de su frente. Los dirigentes gremiales deberían ampliar sus demandas y combatir la inflación y sus orígenes. Sus defendidos necesitan estabilidad de precios más que mejoras salariales que al poco tiempo de obtenidas, la inflación se las lleva.

Conclusión

Para detener la suba de precios se necesita combatir sus causas y hacer como Mariano Moreno, que actuó en función de lo que pasaba, concretamente en el Virreinato del Río de la Plata que estaba en quiebra porque no tenía ingresos, en especial los aduaneros. El resultado de sus desvelos fue posibilitar la exportación a los ingleses de productos de la colonia e importar los que hacían falta, cobrando los impuestos de rigor. También aconsejó estimular a los hacendados y labradores la producción de los frutos de la tierra con precios que fueran remuneradores. Esta prédica originó más tarde la grandeza argentina.

No cabe duda al autor que la Argentina puede salir del foso al que la condujeron. Para superar esta situación no hacen falta manuales extranjeros ni mucho menos expertos internacionales cuyo desconocimiento de la realidad argentina es temible. Basta con asumir los hechos y, asidos de la Constitución Nacional, hacer lo que debemos hacer. Si no, no seremos nada…como dijo San Martín.

Juan José Guaresti (nieto)

Publicado en elDial.com

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